miércoles, 11 de julio de 2012

ADOLFO ALSINA Y UN ENVIDO CON SOSPECHA

Cuando uno se identifica con su distrito, se identifica con un nombre, con una historia contada y otra escindida de los marcos de formación ciudadana.
Las escuelas enseñan la ideología del poder nos decía efusivamente un profesor por el año 2001 en Mar del Plata cuando todo parecía estallar...cuando casi todo estallaba...cuando quedaron las plazas sembradas de cadáveres....cuando todo parecía disolverse.
Uno siempre sospechó y le intrigaron las preguntas incomodas: ¿fueron los indios los desaparecidos de 1879? , como se pregunta David Viñas, para seguir sospechando que nuestro pueblo fue creado para la conquista de tierras que dejo en manos de familias poderosas enormes latifundios y cuya  resolución final de esta llamada conquista del desierto fue el exterminio de la raza indígena entendida esa expresión en el sentido de la desaparición física por medios violentos.
Uno se formó aquí, mejor dicho lo formaron,  y así fue educado, determinado por este contexto sociocultural que significa nuestro distrito y en mi caso sobre todo Carhué.
Recuerdo que en mis primeros años del secundario estaba mal visto que un docente enfoque gran parte de sus contenidos sobre el peronismo (de lo que debía hablar cuidadosamente no sea cosa que pueda ser acusado de Montonero) o que hable con soltura de la dictadura. Todavía estaba el miedo, todavía estaba el discurso cómplice que poco a poco vamos desandando.
Por eso rescato a los inolvidables profesores que me fueron acercando el hilo de la madeja para sospechar, para intrigarme, para crecer y sobre todo soñar con lo imposible, porque como dice un amigo de lo posible ya se sabe demasiado.
A uno le enseñaron que cada cuál tiene su lugar en la historia.
 Pero se puede sospechar y llegar a pensar que por ejemplo el l 17 de Octubre de 1945 no fue una simple manifestación, fue una Gran Rebelión Popular mediante la masiva participación y movilización de los trabajadores y con verdaderas características insurreccionales. Que el 17 de octubre de 1945 marca el fin de una Argentina y el comienzo de otra. Fue un hecho tan contundente, que aún hoy, y a pesar de las conquistas perdidas, del patrimonio entregado, de las infamias cometidas, ha quedado no sólo como recuerdo y evocación, sino como Bandera para las luchas por la Dignidad Nacional.
Para llegar luego a coincidir con John Wiliam Cooke  cuando señala: “El peronismo fue el más alto nivel de conciencia al que llegó la clase trabajadora Argentina”.
Pero para esto hay un camino en donde uno debe desenmascar a  ciertas vanguardias iluministas que confunden o mejor dicho nos infunden su verdad y la difunden a través de los medios masivos de comunicación.
El Iluminismo es una Filosofía que parte de la Razón como la luz. Para un iluminista la razón tiene el poder de organizar toda la realidad.
Pero que pasa cuando la realidad no coincide con lo que estas vanguardias iluministas proponen, muy sencillo, se debe cambiar la realidad.
La cuestión de base es a quien responden estos vanguardistas, o mejor dicho a que intereses responden. Siempre hay que sospechar.
Un iluminista  está tan seguro de lo que su razón le dice que se siente validado para imponer su razón a los hechos y modelar la realidad de acuerdo a lo que su razón le dice.
¿Existió una vanguardia iluminista en Adolfo Alsina? ¿O acaso el poder y la verdad siempre estuvo en las mismas manos?, y acá no hablo de cuestiones partidarias sino de origen social.
¿La razón siempre estuvo en las mismas manos en Adolfo Alsina?¿Será posible el surgimiento vanguardista en Adolfo Alsina o las ideologías se pasan de mano como en una partida de Póquer?
Uno de mis grandes amigos, un tipo inteligente me dijo: “Mirá, esto es como si uno tiene dos cincos y un tres para el truco y el otro los dos anchos. Ambos sabemos que el otro tiene todo para ganar y nosotros todo para perder”
¿Y entonces? le pregunté.
“¡Arriesguemos! si la historia la escriben los que ganan eso quiere decir que hay otra historia.”
Mi amigo se ha convertido en un terco guionista. Un tipo sospechoso.
Alvarez Nelson